CRUZANDO EL REINO DE SIAM

Pasar la frontera entre Camboya y Tailandia fue un cambio importante dentro de la continuidad cultural que caracteriza el Sudeste de Asia. Las rutas pasaron de ser una polvareda llena de cráteres a autopistas con buena señalización y superficie de billar. Las facilidades para conseguir alimentos, agua y cualquier otro bien de consumo se multiplicaron enormemente y la sensación de precariedad y aventura fue reemplazada por un andar seguro y también, de alguna manera, rutinario.

Mientras en Camboya las huellas del turbulento pasado político están presentes en todos lados, Tailandia es el paraíso del consumo aquí y ahora. Las insignias de partidos políticos que abundaban en el país khmer se convirtieron en retratos de la familia real, con cierta preponderancia de la reina, cuyo cumpleaños, feriado nacional, se daba por esas fechas. Karina se había sorprendido por la importancia que tenía en el reino una fotógrafa enviada como representante oficial del país a los Olímpicos de Beijing y cuyos libros se ofrecían en las librerías como best-sellers: resultó ser que la artista gráfica era la propia hija de los reyes. El mítico reino de Siam parecía estar vivo en una actualización de inesperada modernidad. Pero la gente era la misma que en los países que ya habíamos visitado en la región, amable, sonriente y pacífica a pesar de su violento deporte nacional, el boxeo tailandés.

Nuestro recorrido por las magníficas autopistas se simplificó grandemente. En cada pueblo encontrábamos alojamiento bastante bueno y por un precio razonable; las estaciones de servicio estaban provistas de mucho más que surtidores, pudiendo abastecernos de agua y otras provisiones con regularidad, sin tener que cargar peso adicional de comida y bebida; y los restaurantes en la ruta, con comida tradicional thai, generalmente excelente (aunque un par de veces nos ensartamos con impasables picantes), abundaban.

Demoramos tres días desde la frontera hasta entrar, por interminables avenidas, a la capital, Bangkok. Una ciudad de unos seis millones de habitantes, repleta de autopistas y modernos medios de transporte (subterráneos, trenes que circulan por encima del nivel de los edificios, llamados sky trains), mezclados con ruidosos colectivos y movedizos tuk-tuk, y una cantidad increíble y hasta irracional de complejos comerciales gigantescos, como los tres shopping centers que se alinean uno al lado del otro en la zona más céntrica. Bangkok es el capitalismo desenfrenado, un exceso del consumo.

Estuvimos cuatro días allí, paseando por el laberinto de compras, algunos lujosos, como los shoppings del centro, otros más para el turismo, como el barrio de Khao San. Vimos las festividades por el cumpleaños de la reina y llevamos el tándem a hacer un necesario service en la mejor bicicletería de la ciudad. Cambiamos el piñón y la cadena traseras, que ya llevaban unos 10.000 km. y se encontraban bastante desgastados y descubrimos con bastante susto una fisura en la unión de las vainas traseras con el caño de asiento. Tuvimos que quedarnos un día más de lo previsto para reparar la avería, una soldadura sencilla pero indispensable, que sólo costó 3 dólares.

Ver las fotos del recorrido desde Aranya Prathet (lindante con Camboya) y Bangkok, capital de Tailandia.

EL REINO DE SIAM
El actual reino de Tailandia es la continuidad del antiguo y fastuoso reino de Siam, cuya hegemonía regional reemplazó, allá por el siglo XV, a la del imperio Khmer. Hacia mediados del siglo XIX, cuando el colonialismo europeo se expandía por la zona, el rey Rama IV logró preservar la independencia de su país, con algunas concesiones como la entrega a Francia de Laos y medio Camboya. Fue el único estado de la región que lo logró en una época carcaterizada por la colonización del tercer mundo. Ayudó un factor geopolítico: Tailandia sirvió de tapón o colchón entre los dos mayores imperios coloniales, Francia e Inglaterra. Durante la Segunda Guerra Mundial, los japoneses asentaron sus tropas en el país, aunque sin destronar a los movedizos reyes, que aprovecharon para quitarle a Francia una parte de Camboya, que debieron devolver al final de la guerra. La oleada de revoluciones comunistas convirtieron luego a Tailandia (que afrontó de todos modos su propio movimiento guerrillero) en un bastión de la reacción en la zona, enviando incluso un fuerte contingente de tropas a ayudar a los EE.UU. en Vietnam.

Durante la segunda mitad del siglo XX, y aunque los reyes perdieron poder, la mayoría de los esfuerzos por democratizar el país fracasaron, pasando por una serie de férreos gobiernos militares. Durante los 90, estos cedieron el poder a gobiernos electos por el voto popular. El último de ellos, presidido por el magnate Taksim, fue depuesto en 2006, otra vez por las fuerzas armadas. Uno de los mayores argumentos de estos fue que el presidente "había ofendido al rey". Cuál es el verdadero papel del rey, además de adornar con su foto y las de su familia las ciudades, calles y rutas de su país, no nos queda demasiado claro. Los manifestantes en contra del gobierno militar usan remeras amarillas, que es el color representativo de la monarquía tailandesa, quizá para evitar la misma acusación que se esgrimió contra el depuesto gobernante. Mientras, el reino del consumo desenfrenado que es Bangkok sigue su curso, a despecho del riesgo de crisis financiera que, como en 1997, puede poner en jaque el crecimiento económico imparable de la región.

Salimos de Bangkok hacia el sur del país en medio de un laberinto de autopistas, puentes y túneles, empezando un largo recorrido hacia el sur, la frontera malaya. El primer día de este largo recorrido de unos 1.100 km. nos llevó a Somut Songkhram, una ciudad cuya principal atracción turística es el mercado flotante, donde los pescadores y comerciantes ofrecen sus productos desde botes y lanchas y puestos a la orilla del río. Allí, mientras buscábamos alojamiento, nos encontramos a Tony, un australiano residente en Tailandia y su esposa tailandesa, Opou (o algo parecido). Ellos nos sugirieron un lugar al lado del río, un poco más lejos pero mejor que el hotel del pueblo (nos dijeron un kilómetro pero resultaron ser unos cuatro). Nos guiaron hasta allí con su auto y luego de instalados nos llevaron al mercado nocturno, que de otra forma no hubiéramos conocido. Con ellos probamos el extraño pero sabroso helado frito, una especialidad china, y otras delicias de la cocina tailandesa que, como es general en esta parte del mundo, suele ser excelente hasta en los abundantes puestos callejeros.

Seguimos nuestra marcha hacia el sur pasando por distintos puntos que son, mayormente, balnearios sobre las magníficas playas de ambas costas de la península, con amplia demanda del turismo mundial y local. Pasamos así por Cha Am y Prachuap Khiri Kan, donde descansamos un día y ampliamos nuestra experimentación de comida exótica con un platito de insectos fritos. No nos resultó desagradable como su aspecto lo auguraba pero tampoco tan rico como para repetirlo.

Ver las fotos del recorrido desde Bangkok hacia el sur del pais hasta el puerto de Chumphon.entre Bangkok y Chumphon.

HACIA MALASIA
De Prachuap Khiri Kan continuamos hacia el sur hasta el puerto de Chumphon, donde encontramos ciclistas tailandeses que nos orientaron hacia un lugar donde quedarnos. A partir de este punto la ampliamente comercial Tailandia se fue haciendo más rústica. Las rutas siguieron siendo buenas pero los servicios comenzaron a hacerse más distanciados. Los hoteles que encontramos en la ruta en el extremo sur estaban escondidos y eran más bien de uso de parejas antes que de pasajeros. A partir de Surat Thani tomamos una autopista enorme pero casi sin casas, pueblos o estaciones de servicio, que cruza desde la costa oriental de la península (sobre el golfo de Tailandia) a la occidental (sobre el mar de Andamán), costa fuertemente castigada por el trágico tsunami de 2004.

La costa de Andamán es más accidentada y de vegetación más frondosa, aunque la mayor parte del terreno se encuentra ocupado por plantaciones de caucho y de palma. Paramos tres días en la ciudad de Krabi, desde donde fuimos a la playa de Ao Nang, de increiblemente cálidas aguas, e hicimos una excursión a las paradisíacas islas Ko Phi Phi, donde practicamos snorkelling por primera vez. Nos sentimos como nadando en medio de un acuario, repleto de peces coloridos y corales de fantásticas formas.

El descanso terminó y volvimos a la ruta para hacer el último tramo por el reino de Siam. Los 300 kilómetros finales fueron por provincias notoriamente más pobres. El sur del país tiene una amplia población musulmana que se encuentra en conflicto con el gobierno central. Empezamos a ver, nuevamente, mujeres vestidas de la cabeza a los pies, a pesar del calor, aunque sin el clima a veces opresivo que esto nos representaba en algunos lugares del mundo árabe. La última jornada nos quedamos en un hotel a unos 30 km. de Satún, desde donde tomamos al día siguiente un barco que nos dejó en Pulau Langkawi, Malasia, el país donde finalizará nuestro recorrido por el continente asiático.

Ver las fotos del recorrido entre Chumphon y Satún.
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